Carlos Bonfil
Cuatro años después de su
debut con el largometraje Güeros, el realizador mexicano
Alonso Ruizpalacios lleva a cabo Museo, una propuesta novedosa
y arriesgada. La novedad consiste en tomar como pretexto y punto de partida una
historia real, el espectacular robo de 140 piezas arqueológicas del Museo de
Antropología en Ciudad de México, en diciembre de 1985, para elaborar, a través
de los autores del asalto, la radiografía del naufragio existencial de dos
jóvenes de clase media, en apariencia frívolos y despreocupados, que asisten
sin mayores asideros morales a los estragos de la crisis económica y al trauma
colectivo ocasionado por el terremoto pocos meses antes.
Lo que para
Juan (Gael García Bernal) y Benjamín Wilson (Leonardo Ortizgris), estudiantes
de veterinaria, supone el descabellado y absurdo reto de mostrarse capaces de
realizar el robo más sensacional del siglo, como travesura de adolescentes
tardíos o como expresión de hartazgo ante la rutina familiar del primero y las
precariedades domésticas del segundo, pronto se convertirá, mediante la
exposición mediática del robo, no sólo en una grave fechoría sino en un acto de
traición a la patria. El punto nodal de la película no parece ser, como pudiera
suponerse, la tensión dramática del propio asalto (manejada con destreza y
aprovechando al máximo el rodaje en el lugar mismo de los hechos), sino la
disección del comportamiento de los personajes antes y después del delito. El
riesgo para el director Ruizpalacios (también guionista de la cinta en
colaboración con Manuel Alcalá) era volver verosímil y atractiva la complejidad
de dicha conducta, algo que no consigue cuajar del todo. Ciertamente, el
carisma de García Bernal contribuye a volver interesante la enigmática
fascinación y el poder que ejerce sobre su cómplice en fechorías, más joven que
él y más vulnerable. Con un grado mayor de malicia tendría incluso Juan la
perversidad de un personaje seductor de Patricia Highsmith. Sin embargo, el
énfasis en el carácter torpe e irresponsable de los dos personajes, subrayado
en diálogos no siempre afortunados, los convierte en dos suertes de niñatos
caprichosos, muy a tono con lo que, décadas después, habría de ser la
caricatura fácil de una generación de jóvenes ninis o de millennials desorientados.
Pareciera así que el esbozo de esos dos estudiantes de la década de los 80
fuera un tanto la anticipación o un reflejo apenas convincente de quienes
habrán de ser sus herederos espirituales.
Por ese extraño
desfase generacional la cinta corre el riesgo de no tocar las fibras de un
público joven actual, del mismo modo en que sí logró hacerlo Güeros, al
extrapolar y dar continuidad, en forma estupenda, a los motivos y recurrencias
anímicas de una militancia política estudiantil. Poco importaba en aquel filme
que la revuelta juvenil se situara en los años 90 o en un posible 68 o incluso
en la época actual. Los personajes y sus inquietudes, su hartazgo y su
desasosiego, eran tangibles y elocuentes para dos o más generaciones. Museo no
consigue plasmar, con fortuna parecida, ese malestar juvenil en la crónica
costumbrista de los dos muchachos veleidosos y pueriles de Ciudad Satélite
embarcados y embaucados en el gran robo del siglo. El patético desenlace de su
aventura debiera conmover, y sin embargo, algo falla en la aceitada relojería
dramática. No son ciertamente los actores, cuyo desempeño es sobresaliente;
tampoco la ambientación de época, que restituye con acierto las atmósferas
sociales, sino tal vez simplemente haber apostado a la persistencia de una memoria
histórica que confiriera mayor interés al episodio real narrado. En una época
globalizada como la nuestra, donde la propia noción de identidad nacional se
diluye de modo acelerado, un concepto como el de un patrimonio cultural
agraviado difícilmente hará todavía mella, y siendo esto lamentable, tampoco
debiera sorprendernos. Alonso Ruizpalacios es un formidable realizador con un
punto de vista novedoso en el registro de los ánimos colectivos y las mudanzas
generacionales. Es posible que Museo sea un punto de partida
nuevo para proyectos más venturosos.
Se exhibe en la
Cineteca Nacional , así como en salas comerciales.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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